miércoles, 23 de julio de 2008

Lo importante y lo urgente


Una pausa, por favor.

... Necesitamos recuperar, a diario y
semanalmente, el sentido de la pausa, del cambio
de ritmo, la importancia del intervalo.
Pausa, ante todo para cortar el día en
trozos razonables; intervalo para almorzar, breve
pero sereno; intervalo entre el trabajo y el
sueño, intenso en dedicación a la familia. Y
después, por cierto, el corte fundamental: un
sueño reparador (una vez más aparece la exigencia
ardua: hay que apagar pronto la tele en el
dormitorio o expulsar a la intrusa de esos
dominios, de una vez por todas).
Pausa, en el trabajo mismo, para preparar
cada cosa: el día completo, con una adecuada
revisión matutina de la agenda, y cada una de las
principales actividades, para que la
improvisación, la tincada, el olfato y la
ocurrencia genial de última hora, cedan su lugar
a la ponderación y al criterio.
Pausa para leer bien el diario, para
entrar a internet sólo a las páginas
imprescindibles en información, para asistir a
eventos que agreguen comprensión de la realidad y
no inserción en la banalidad.
Pausa de fin de semana: tiempos de
contemplación artística, para oír música (y nada
más que oírla) para leer literatura clásica (y
nada más que leer) para caminar por parques,
montañas o calles de renovada arquitectura, y
apreciar las formas de la naturaleza y los
aportes humanos (y de paso, ahora sí, para
conversar con parientes y amigos).
Pausa para un deporte intenso o laxo,
competitivo o recreativo, individual o colectivo,
pero que permite captar la fugacidad de las
capacidades corporales y, al mismo tiempo, lo
importante que es cuidarlas.
Intervalos más largos y tranquilos, para
pensar en serio el porqué de las cosas
fundamentales. "Todo el mundo debe tener períodos
de su vida y momentos en su día, que sean partes
constitutivas y permanentes de ellos, en que se
calla, se concentra y -con un corazón vivo- se
hace alguna de las innumerables preguntas que
suprime durante un día ocupado," recomendaba el
gran O'Malley. Un tiempo fijo todos los días,
otro quizás mensual y, por cierto, unos pocos
días al año, donde uno se toma en serio a sí
mismo y a Dios.
Todo lo anterior exige un esfuerzo
(pausado), porque cuesta. Hay que saber perder
tiempos para ganar en calidad de tiempo total.
Eso cuesta. Esta misma columna fue escrita en 34
minutos, sin pausa. Perdón.

Gonzalo Rojas Sánchez(23-7-2008)